Ellos iban delante de mi, en el anden caminaban como una pareja normal, sus manos unidas y caminando a la par. Sus pasos firmes, los de ella, hacían notar las horas que pasaba en el gimnasio, y los de el, seguros de llegar a su oficina.
Yo tras ellos, caminaba sin prisa, buscando un taxi que me llevara a mi casa, había tenido un almuerzo tranquilo y placentero, pero por un momento dejé de pensar en las conclusiones de lo hablado para concentrarme en aquella pareja tan particular, tan hermosa, tan seguros, tan capitalinos. Ella perfectamente vestida de arriba abajo, dejaba ver su alegría, el iba serio como recordando las palabras que tenía que decir de memoria, iba caminando y pensando, y hablando solo, no la miraba, pero se notaba su indiferencia. Los adelanté, porque aunque llevaba tacones, sus pasos se aminoraron, como denotando un paso peatonal en frente, estiré mi brazo para hacer la seña a un taxi cercano, venía por el otro carril de la carrera séptima, pero no quería perder detalle de la encantadora pareja, me tenía casi perpleja su encanto y particularidad, eran hermosos, seguro son la mejor pareja que he visto en mi vida, ambos de facciones perfectas, ambos hermosos, de ojos claros. Yo concentrada en el taxi, estaba justo en la parada por el semáforo en rojo, y seguía viéndolos, con esas sonrisas perfectas, estaban haciendo un gesto de despedida, y ahora si que no quería perderme ni un solo detalle. El, seguía tomándole la mano, y ella no quería irse, supuse que él iría a su oficina y ella a hacer alguna vuelta o al centro comercial, y el semáforo en rojo, seguía en cámara lenta sus acciones, un beso frío, un sol que no calienta, un abrazo que no se dieron y yo estupefacta pensando ¿Qué pasó? que fría despedida, que tímida lucidez y poco encanto. No puede ser, cuando el taxi pasó frente a ella que ya estaba en la otra acera, pude ver que iba llorando, en un amargo y doloroso llanto como si estuviera explotando por dentro, y caminando por el paso peatonal de la otra calle, me salí por la ventana y seguí viéndola, casi con compasión por lo que pasaba por su mente, me quedé pensando aquella situación tan triste, un final no esperado, un beso frío en la 72 y yo rumbo a mi casa por la séptima.
Ref. Bogotá 2010
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